Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Lucas 6, 39-45
Jesús hizo esta comparación: «¿Puede un ciego guiar a otro ciego? ¿No caerán los dos en un pozo?
El discípulo no es superior al maestro; cuando el discípulo llegue a ser perfecto, será como su maestro.
¿Por qué miras la paja que hay en el ojo de tu hermano y no ves la viga que está en el tuyo? ¿Cómo puedes decir a tu hermano: «Hermano, deja que te saque la paja de tu ojo», tú, que no ves la viga que tienes en el tuyo? ¡Hipócrita, saca primero la viga de tu ojo, y entonces verás claro para sacar la paja del ojo de tu hermano.
No hay árbol bueno que dé frutos malos, ni árbol malo que dé frutos buenos: cada árbol se reconoce por su fruto. No se recogen higos de los espinos ni se cosechan uvas de las zarzas.
El hombre bueno saca el bien del tesoro de bondad que tiene en su corazón. El malo saca el mal de su maldad, porque de la abundancia del corazón habla la boca.
Palabra del Señor.
Homilía Mons. García Cuerva Domingo VIII Tiempo Ordinario
En las lecturas de hoy se nos invita a reflexionar sobre nuestro hablar y sobre nuestro mirar. ¿Por qué digo que se nos invita a reflexionar sobre nuestro hablar? Porque justamente en la primera lectura del Libro del Eclesiástico, hay algunas frases que son muy importantes y contundentes. Las voy a repetir. Nos dice la primera lectura: “Los desechos de un hombre aparecen en sus palabras”, “La prueba del hombre está en su conversación”, “La palabra expresa la índole de cada persona”. Y luego el Evangelio dirá: “De la abundancia del corazón habla la boca”.
Por eso me parece que hoy nuestra reflexión la podemos dividir en dos partes, en primer lugar la reflexión sobre nuestro hablar. Y estás oraciones de la Primera Lectura del Eclesiastico y del Evangelio nos ayudan a tomar conciencia que las palabras que usamos dicen qué tipo de personas somos. Porque todos sabemos la fuerza y el peso que tienen las palabras. ¿Cuántas veces ha habido palabras en nuestra vida que nos han marcado y nos han herido para siempre?
Palabras que quizás se han dicho cuando éramos chicos y nos han grabado en el corazón “Sos un inutil, no servis para nada, salí de acá”. Palabras fuertes, con un peso fuerte. Hoy en el mundo digital las palabras también corren velozmente, entonces se da aquello que el Papa Francisco ha dicho tantas veces: “El terrorismo de las redes” en el cual repetimos y le damos autoridad moral a las redes sociales. Y uno dice: “Lo ví en tal red social”, como si eso fuera de por sí verdad y uno pudiera andar multiplicando, repitiendo y compartiendo por todos lados.
Por otro lado, con esa arma poderosa que tenemos entre los dientes que es la lengua, alimentamos muchas veces prejuicios, alzamos barreras y agredimos mucho. Creo que tenemos que tomar conciencia de que a veces con nuestras palabras rompemos la fraternidad. Y por supuesto, por otro lado, como hablar es gratis, el hablar por hablar alimenta noticias falsas y propaga noticias o ideas que son distorsionadas.
En estos días, ¿Cuántas de esas noticias falsas hemos escuchado referidas a la salud del Papa? ¿Cuánto se ha dado en este hablar por hablar? ¿Cuánto terrorismo de las redes, en las cuales incluso se han inventado cuestas para que desde ahí se digan cosas sobre el Santo Padre? Tomar conciencia hoy del peso de la palabra y cómo puede llegar a ser un arma poderosa con el cuál rompemos la fraternidad.
En algún momento el Papa Francisco decía que tenemos que revisar si con nuestras palabras no estamos contaminando el mundo porque esparcimos veneno. Creo que al mismo tiempo la palabra también puede ser utilizada para construir, para animar en la fraternidad porque también hay palabras que construyen: “Por favor”, “perdón”, “gracias”, “dale para adelante”, “te quiero”.
¿Cuántas palabras construyen? Creo que hoy tenemos que tomar conciencia, entonces, de que si de la abundancia del corazón habla la boca, como nos dice el Evangelio, tendremos que tratar de abundar en nuestro corazón con el perdón, tendremos que abundar en el corazón con la ternura, tendremos que abundar en el corazón con el agradecimiento, para que, entonces, esas sean las palabras que expresen lo que pasa en nuestro interior.
Por otro lado, y creo que a veces, la mejor palabra es la que no se dice, porque muchas veces es preferible callarse que andar repitiendo cosas aunque sean verdad. Porque por sobre la verdad está la caridad y a veces, por amor, es mejor hacer silencio.
Dijimos también que junto con nuestro hablar, las lecturas de hoy nos hablan de nuestro mirar. Por eso el Evangelio, nos dice Jesús: “¿Por qué miras la paja que hay en el ojo de tu hermano y no ves la viga que hay en el tuyo?” Entonces así como hablamos de las palabras, también tenemos que hablar de nuestras miradas. Porque estamos muy atentos en general a los defectos de los demás. Atentos a sus defectos, atentos a mirarlos, a descubrirlos, pero no sé si con la misma fuerza somos capaces de mirar los propios defectos.
Al contrario, diría que a nosotros nos miramos muy serenamente, creyendo que nuestros defectos son pequeños y echando siempre la culpa a otro. Por eso, creo que las Lecturas de hoy nos pueden animar a limpiar nuestra mirada. Y limpiar nuestra mirada es reconocer nuestras propias miserias, es mirarnos a nosotros mismos, descubrir nuestra fragilidad y poder, entonces, tratar de aceptarnos y mirarnos con misericordia como nos mira el Señor.Y así podremos aprender a mirar a los demás como también los mira Jesús.
Mirar el corazón del otro, mirar a mi hermano que tiene defectos como tengo yo, pero mirarlo con misericordia como me mira Dios a mi. La semana pasada repetíamos en la antífona del Salmo: “El Señor bondadoso y compasivo”. Y quizá allí está la piedra fundamental para nuestro mirar y para nuestro hablar porque si tengo consciencia de que Dios ha sido bondadoso y compasivo conmigo seguramente pensaré mucho antes de hablar de los demás. Trataré de cuidar mis palabras y, más de una vez, me callaré la boca por amor.
Si tengo presente que el Señor es bondadoso y compasivo también limpiaré mi mirada y, seguramente, trataré de mirar un poco más mi vida y no estar siempre tan atento a los defectos de los demás. Y trataré de mirar a los demás como me mira Jesús a mi. Con amor y siempre ofreciéndome su perdón.
Termino citando al Papa Francisco, que en el Ángelus de hace algunos años decía lo siguiente: “Cada árbol se conoce por su fruto, el fruto son las acciones pero también son las palabras. La calidad del árbol también se conoce de las palabras, efectivamente, quien es bueno saca de su corazón y de su boca el bien y quien es malo saca el mal, practicando el ejercicio más dañino entre nosotros que es la murmuración, el chusmerio y hablar mal de los demás. Esto destruye, destruye la familia, destruye la escuela, destruye el lugar del trabajo, destruye el vecindario. Por la lengua empiezan las guerras, pensemos un poco en estas enseñanzas de Jesús y preguntémonos: `¿Hablo mal de los demás?´ `¿Trato siempre de ensuciar a los demás?´ `¿Es más fácil para mí ver los defectos de otras personas que los míos?´ y tratemos de corregirnos al menos un poco, nos hará muy bien esto a todos” (Papa Francisco, Ángelus, Domingo, 3 de marzo de 2019).
Hasta aquí palabras del Papa Francisco, ojalá las lecturas de hoy nos ayuden a reflexionar sobre nuestro hablar, ojalá las lecturas de hoy no ayuden a reflexionar sobre nuestro mirar. Cada uno sabe a dónde le aprieta el zapato, creo que las lecturas nos pueden ayudar a la propia conversión de modo que con nuestra palabras construyamos fraternidad, de modo que con nuestra mirada lo hagamos de manera misericordiosa con los demás como Jesús lo hace con nuestra propia vida. Amén.
