En un clima de profunda emoción se realizó la Misa Exequial del Cardenal Luis Dri en el Santuario Nuestra Señora del Rosario de Pompeya. La Eucaristía estuvo presidida por Mons. Jorge Ignacio García Cuerva quien, a la luz del Evangelio, destacó: “El Padre fue un testigo de la misericordia, un testimonio vivo del amor de Dios, de ese abrazo que conmovía ” mencionó y agregó: “Siempre nos resaltaba lo mismo, `lo importante es que volvés, lo importante es que confías en el amor de Dios. No vengas acá a describir tu chiquero, no vengas acá a describir qué hiciste, ya está, ya está, Dios ya lo sabe y lo que quiere es abrazarte´”.
Un padre misericordioso
Luego, en su homilía, subrayó: “Creo que hoy experimentamos un poco la orfandad, este año se nos han ido dos papás, el Papa Francisco y para quienes hemos podido compartir tantos años con Luis se nos ha ido también el Padre de la Misericordia. Cuando uno es huérfano toma conciencia que ahora me toca a mí, creo que ahora nos toca a nosotros”.
“El mejor homenaje que le podemos hacer al Padre Luis es ser buena gente, es tratar de no juzgar, de no condenar, de no levantar el dedito acusador y de andar repartiendo por la vida abrazos como los que nos daba Él, abrazos porque tomaba conciencia de que todos éramos frágiles, necesitados de la misericordia de Dios” agregó el arzobispo
Refiriéndose a los presentes añadió: “Ahora nos toca a nosotros entonces, demos esos abrazos, seamos capaces de ser buenos, de no juzgar, de no andar metiéndonos en la vida de los demás. Siempre nos insistió a todos que nos cuidemos con la lengua, esa arma poderosa que tenemos entre los dientes, con las que a veces nos lastimamos tanto”.
Testimonio del amor de Dios
“Nos comprometemos a tratar de ser misericordiosos como nos pidió Jesús, como vos siempre nos enseñaste. Gracias por testimoniar el amor de Dios, gracias porque de acá nos íbamos siempre muy contentos, abrazados por vos y abrazados por Jesús, y bajo la protección de nuestra madre de Pompeya”.
Para concluir su alocución finalizó: “Decía ayer que muchos de nosotros aquí llegamos a veces muy nublados, llegamos sin luz, llegamos tristes. Y lo buscábamos a él para mirándolo al Padre Luis en sus ojos claros, volver a cargarnos de energía, como si fuésemos aquellos girasoles. Y nos íbamos con mucho sol, con mucha luz, porque nos íbamos con el amor de Dios”.
