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Homilía Mons. García Cuerva – Domingo Primero de Cuaresma

por prensa_admin

EVANGELIO

+ Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Marcos (1, 12-15)

El Espíritu llevó a Jesús al desierto, donde estuvo cuarenta días y fue tentado por Satanás. Vivía entre las fieras, y los ángeles lo servían.
Después que Juan Bautista fue arrestado, Jesús se dirigió a Galilea. Allí proclamaba la Buena Noticia de Dios, diciendo: «El tiempo se ha cumplido: el Reino de Dios está cerca. Conviértanse y crean en la Buena Noticia.»

Palabra del Señor.


Homilía Mons. García Cuerva – Domingo Primero de Cuaresma. 18 de febrero de 2024 – Catedral Metropolitana

Comenzamos este tiempo de cuaresma y podemos pensarlo como un camino y un camino siempre tiene un lugar desde el que partimos, pero tiene también un lugar hacia el que vamos.

¿Y hacia dónde vamos? Vamos hacia la Pascua, vamos hacia el encuentro con Jesús que en la cruz nos demuestra cuánto nos ama y que con su resurrección venció a la muerte para siempre.

Vamos hacia los brazos del Padre Misericordioso que, como nos dice hoy la primera lectura, estableció una alianza con nosotros para siempre. Por eso dice: “yo pongo mi arco en las nubes como un signo de mi alianza con la tierra”.

Esa alianza es para siempre, es una alianza de amor entre Dios y su pueblo. Por eso este camino que recorremos podrá ser un camino con dificultades como las que tuvo Jesús en el desierto, pero es un camino que tiene un destino que es un destino seguro, que es el corazón de Dios, un destino seguro que es el encuentro con Jesús. Es un destino seguro porque es el encuentro con la misericordia de Dios que demuestra cuánto nos ama en la entrega de su Hijo Jesucristo.

El Evangelio de hoy nos muestra algunas dualidades. Por un lado, el espíritu lo lleva a Jesús al desierto, ese espíritu de Dios que lo anima en su misión, ese espíritu de Dios que lo va llevando al encuentro con los más necesitados, ese espíritu de Dios que escuchamos en el bautismo de Jesús cuando se abrieron los cielos y lo recibió en el bautismo: “tú eres mi Hijo muy querido”.

Ahora por un lado el espíritu de Dios que lo lleva al desierto, pero en el desierto tentado por Satanás, el espíritu del mal, aquel que quiere separarlo a Jesús del camino de Dios, y esto oportunamente pasa en el desierto.

Nosotros también queremos ser conducidos por el espíritu de Dios, nosotros también queremos ser buena gente, sin embargo también sufrimos las tentaciones y caemos en las tentaciones del mal.

Un Satanás que se disfraza de cosas buenas, de cosas lindas, ¿para qué? Para atraernos, porque si se muestra como es, todos salimos corriendo para otro lado, pero se nos muestra atractivo para hacernos pisar el palito, como decimos. Cada uno sabe cuál es su talón de Aquiles y el demonio también sabe cuál es nuestro talón de Aquiles, cuál es nuestra debilidad, y allí va a tratar de atraernos para separarnos del camino de Dios.

Por eso el Papa Francisco insiste siempre con que con el diablo no hay que dialogar, porque es como un perro encadenado, que si me acerco me va a morder.

Pidamos entonces a Dios hoy, en esta dualidad entre el espíritu de Dios y Satanás, poder dejarnos conducir por el espíritu del Señor y poder tener fortaleza para que en las tentaciones que todos las tenemos no caigamos.

La segunda dualidad del Evangelio de hoy dice que Jesús vivía entre las fieras y los ángeles lo servían. Las fieras representan los peligros, las fieras representan los males, los ángeles representan el consuelo, la bondad y las cosas buenas de esta vida y las cosas que nos envía Dios como signos de su misericordia.

Nosotros también vivimos eso casi cotidianamente, casi cotidianamente cada uno de nosotros tiene sus fieras y tiene sus ángeles que conviven en nuestro corazón.

¿Cuántas veces nos pasa lo mismo que a San Pablo? No hacemos el bien que queremos sino el mal que no queremos, porque en definitiva es una lucha interna que se da en nuestro corazón entre ángeles y fieras, una lucha interna que se da en nuestra vida entre querer hacer el bien y hacer el mal, entre las cosas hermosas que nos pasan y las cosas duras y difíciles, como dice el dicho, una de cal y una de arena.

La tercera de estas dualidades, por un lado, Jesús está en el desierto y seguramente en el desierto Jesús, como dice, se quedó 40 días, pero después aparece Jesús dirigiéndose a Galilea, un Jesús en movimiento.

La tensión entre quedarme en el desierto y la tensión entre ir a Galilea y creo que en definitiva es aprender a detenernos en algún momento, en algún momento hay que parar la pelota, en algún momento hay que meditar, en algún momento hay que frenar y detenernos también es actuar, también es hacer, también es necesario, lo que sí no podemos detenernos todo el tiempo. Tenemos una misión nosotros también, igual que Jesús, que es anunciar la buena noticia.

En este contexto el Papa Francisco en su mensaje de cuaresma de este año 2024 dice lo siguiente: “es tiempo de actuar y en cuaresma actuar también es detenerse, detenerse en oración para acoger la palabra de Dios y detenerse como el samaritano ante el hermano herido. El amor a Dios y al prójimo es un único amor. No tener otros dioses es detenerse ante la presencia de Dios en la carne del prójimo. Por eso la oración, la limosna y el ayuno no son tres ejercicios independientes, sino un único movimiento de apertura, de vaciamiento. Fuera los ídolos que nos agobian, fuera los apegos que nos aprisionan, entonces el corazón atrofiado y aislado se despertará. Por tanto, es bueno desacelerar y detenerse. La dimensión contemplativa de la vida que la cuaresma nos hará redescubrir, movilizará nuestras energías. Delante de la presencia de Dios, nos convertimos en hermanas y hermanos. Percibimos a los demás con nueva intensidad. En lugar de amenazas y enemigos, encontramos compañeras y compañeros de viaje. Ese es el sueño de Dios, la tierra prometida hacia la que marchamos cuando salimos de la esclavitud”.

Vamos a pedirle entonces a Dios en este tiempo poder también nosotros detenernos, también nosotros poder detenernos y pensar en estas dualidades que nos presenta el Evangelio de hoy. También nosotros queremos ser conducidos por el Espíritu de Dios y sin embargo caemos ante las tentaciones del mal. También nosotros en la vida experimentamos el consuelo y la presencia de Dios, pero también nosotros tenemos estas fieras en el corazón, estas broncas, estos rencores, estos odios que muchas veces sacan lo peor de nosotros.

También nosotros hoy queremos detenernos y parar la pelota, pero ¿para qué? Para contemplar a Dios y reflexionar. Reflexionar sobre lo que significa este camino de cuaresma, un Dios que no nos deja solos, un Dios que no nos abandona, un Dios que nos sostiene en todo momento y que hizo esa alianza para siempre con ese arco como nos recuerda el Génesis.

Termino con una poesía de José María Rodríguez Olaizola, un jesuita español, que se llama, justamente, “Tentaciones”. “Yo te pido, convierte en pan las piedras para acabar con el hambre de tantos. Y tú me contestas, te he dado el mundo para sembrar mi justicia. Yo te tiento, quiero que pruebes tu presencia para vencer a los escépticos y no creyentes. Y tú me respondes, que hable de mí tu amor. Yo te planteo, quiero atesorar riquezas para construir tu reino. Y tú me dices, estoy en tus manos desnudas, semillas de justicia, amor en las obras y manos vacías. He ahí tu camino. Señor, te pido entonces, no me dejes caer en la tentación de los atajos”. Amén.

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