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Homilía Mons. García Cuerva – Domingo XXI Tiempo Ordinario

por prensa_admin

+ Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Mateo (16, 13-20)

Al llegar a la región de Cesárea de Filipo, Jesús preguntó a sus discípulos: «¿Qué dice la gente sobre el Hijo del hombre? ¿Quién dicen que es?»
Ellos le respondieron: «Unos dicen que es Juan el Bautista; otros, Elías; y otros, Jeremías o alguno de los profetas».
«Y ustedes, les preguntó, ¿quién dicen que soy?»
Tomando la palabra, Simón Pedro respondió: «Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo».
Y Jesús le dijo: «Feliz de ti, Simón, hijo de Jonás, porque esto no te lo ha revelado ni la carne ni la sangre, sino mi Padre que está en el cielo. Y yo te digo: Tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, y el poder de la Muerte no prevalecerá contra ella. Yo te daré las llaves del Reino de los Cielos. Todo lo que ates en la tierra, quedará atado en el cielo, y todo lo que desates en la tierra, quedará desatado en el cielo».
Entonces ordenó severamente a sus discípulos que no dijeran a nadie que Él era el Mesías.

Palabra del Señor.


Homilía Mons. Jorge García Cuerva – Domingo XXI Tiempo Ordinario. 27 de agosto de 2023 – Catedral Metropolitana

Comienza el Evangelio de hoy diciendo: “al llegar a la región de Cesárea de Filipo”. Cesárea de Filipo era una ciudad que había sido fundada por uno de los hijos de Herodes, por Filipo. Y un poco por congraciarse con el emperador de Roma, le pone como nombre no sólo el propio: Filipo, sino el nombre del César, el nombre del emperador de Roma, por eso la ciudad se llama Cesárea de Filipo.

Podríamos decir que es como la gran obra de este rey, hijo de Herodes, y que le gana tanto el amor por sí mismo, casi diría un enorme narcisismo, que le pone a la ciudad su propio nombre. Pero también quiere congraciarse con el emperador, porque sabiendo que es un pueblo sometido, el pueblo judío, al imperio romano, habrá tenido miedo de que el emperador se enoje ante tanto narcisismo y entonces, para congraciarse con él, también le pone Cesárea.

¿Por qué doy este detalle sobre el nombre de la ciudad? Porque justamente en esa ciudad es donde Jesús se anima a hacerle la pregunta a los discípulos: “¿qué dice la gente sobre el Hijo del Hombre? ¿Quién dicen que es?”.

Parecería que por un lado Filipo tiene muy claro quién es, es el Rey y por lo tanto la ciudad lleva su nombre. Jesús, un poco más humilde, quiere saber quién es o qué piensa la gente de él. Como que Jesús hace una encuesta y parece que las respuestas son bastante desconcertantes. Unos dicen que es Juan Bautista, otros Elías, y otros Jeremías o alguno de los profetas. Me imagino que Jesús pudo haberse desilusionado diciendo: “al final no me conocen”. Ninguno dio la respuesta exacta, ninguno dio la respuesta que corresponde. Y entonces, repregunta: “¿Y ustedes, quién dicen que soy?” Y allí, la respuesta correcta, la que da Pedro: “Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo”.

Pensaba, ¿por qué será que muchos todavía no sabían quién era Jesús o lo confundían con alguno de los profetas y en realidad Pedro sí sabe quién es?. Y seguramente tenga que ver con que Pedro venía viviendo con Jesús ya hace un tiempo largo. Venía compartiendo con él, igual que los doce, la vida cotidiana.

Lo vieron a Jesús rezar en silencio. Lo vieron a Jesús hacer milagros, lo escucharon en el Sermón de la montaña, escucharon sus parábolas. Conocieron a su madre, quizá también conocieron a San José, empezaron a conocer a los amigos de Jesús, a Lázaro y a sus hermanas María y Marta.

En definitiva, creo que Pedro, por gracia de Dios y por estar tan cerca de Jesús, puede saber quién es. Mientras que los que lo habían visto pasar al Señor seguramente se quedaron con una mirada muy parcial sobre su persona y entonces la respuesta es errónea. Juan Bautista, Elías, algún profeta.

¿Cuántas veces a nosotros nos puede pasar lo mismo a la hora de pensar o de dar una opinión sobre los demás? ¿Cuántas veces conocemos de los demás un aspecto? ¿Cuántas veces conocemos de los demás un momento de su vida? ¿Cuántas veces conocemos de los demás lo que nos dicen los diarios y entonces a partir de eso hacemos un juicio? Un juicio que creemos que es perfecto, que es completo. Y, en realidad, creo que para poder conocer verdaderamente una persona es mucho más que un momento, lo que nos digan los medios de comunicación.

Recuerdo una vez, cuando no hace mucho tiempo, un amigo me dijo: “Jorge, lo importante es que tus viejos, tus hermanos, tus amigos de la vida, las comunidades en las que estuviste 20 años como párroco, las diócesis donde fuiste obispo cinco años, saben quién sos”. Eso es lo importante.

Y creo que, a la hora de pensar en nosotros mismos, es bueno saber que quienes nos conocen de verdad, quienes han vivido con nosotros un tiempo largo, quienes han compartido momentos importantes de la vida, aquellos que nos conocen no solamente en nuestro aspecto, sino también en nuestro corazón y en nuestra intimidad, son los que pueden dar una verdadera opinión de nosotros. Y eso es lo importante.

No podemos vivir pendientes de la opinión del otro, y mucho más cuando se refieren a nosotros de manera cruel, de manera odiosa y de una manera absolutamente parcial y superficial.

Hoy Jesús creo que se queda en paz con la respuesta de Simón Pedro. No es que Jesús tuviese un problema de identidad, seguramente no lo tenía, pero qué tranquilidad le da saber que uno de los suyos, aquel a quien había elegido para que sea el primer Papa, este Pedro que después alguna vez le generará muchos dolores de cabeza, ese pescador rudo, sin embargo, un hombre de gran corazón, sabe quién es Jesús porque viene compartiendo con él la vida cotidiana. No se deja llevar por la opinión de los demás. No necesita Jesús que haya una ciudad con su nombre para que la gente lo reconozca.

Quisiera en este domingo entonces pedir a cada uno de nosotros que, por un lado, a la hora de pensar quienes somos, escuchemos la opinión de quienes verdaderamente nos conocen, de quienes verdaderamente han compartido con nosotros la vida. No nos dejemos derrumbar o quitar la paz por opiniones momentáneas, por opiniones parciales, que en general son críticas, que nos quieren envenenar el corazón y entristecer. Pero junto con eso, también, que nos podamos animar nosotros a decir quién es Jesús y podremos dar una respuesta correcta y desde el corazón si compartimos con él y lo conocemos de verdad porque lo acompañamos en la vida cotidiana.

Si le dedicamos un tiempo de oración, si tratamos de dejarnos interpelar por su palabra, si lo vemos con rostros concretos en los hermanos más pobres, con los que nos cruzamos todos los días. Si vivimos nuestra fe en la vida cotidiana seguramente podremos decir con Pedro quién es Jesús, el Mesías, el hijo de Dios.

Si de Jesús conocemos un pedacito, si de Jesús nos quedó una historia, algo de una historia pasada, si de Jesús tenemos una mirada parcial, seguramente nuestra respuesta será también equivocada.

El desafío es poder conocer a Jesús porque compartimos con Él la vida de todos los días. Eso le pasó a Pedro. Eso es lo que marca la diferencia para opinar de los demás. Conocerlos de verdad significa haber compartido gran parte de la historia con ellos. Simón Pedro conoce a Jesús, por eso sabe decir quién es.

Ojalá nosotros también podamos compartir nuestra vida con el Señor en la Palabra, en la Eucaristía, en el compromiso con los más pobres, y entonces, con Simón Pedro decir: “tú eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo”.

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