Se celebro este martes 24 de septiembre en la Estación Constitución la Santa Misa en solidaridad con todos los excluidos y la víctimas de tráfico y trata de personas. La misma fue presidida por Mons. Jorge García Cuerva y contó con la presencia de Mons. Gustavo Carrara, Vicario General del Arzobispado de Buenos Aires.
Bajo el lema “Por una sociedad sin esclavos ni excluidos”, se desarrolló la Santa Misa que tuvo como previa una Feria por la inclusión que contó con distintos stands donde se encontraban distintos proyectos productivos realizados por organizaciones sociales y eclesiales. Esta celebración, que se realiza hace más de quince años, invita a reflexionar acerca de los más olvidados en nuestra sociedad y a unirnos para pedir por una vida más justa para todos.
Con el objetivo de unirse en oración con los trabajadores cartoneros, mujeres en situación de prostitución, con las victimas de tráfico, trata laboral y sexual, migrantes y personas en situación de adicciones es que se invitó a participar. A la luz del Evangelio (Lucas 10:25-37) Mons. García Cuerva en su homilía expresó:
Como la mayoría de nosotros en esta ciudad de Buenos Aires, parecen no escuchar el grito desgarrador y silencioso de las víctimas de trata, parecen no ver a quienes son atrapados por un monstruo poderoso que compra voluntades y silencios cómplices.
También agregó:
El evangelio dice que `casualmente´ bajaban por el mismo camino, por eso es tan necesaria la atención cotidiana, por eso no podemos dejarnos ganar por el apuro, la ansiedad, el acelere propio de la ciudad, que nos deshumaniza frente al clamor de los que sufren, porque la trata no pide permiso, no avisa, se muestra solapada, disfrazada, engaña para seguir cobrando víctimas.
Contemplando el Documento de Aparecida, elaborado durante la V Conferencia General del Episcopado Latinoamericano y del Caribe Mons. Exclamó:
El documento de Aparecida decía que `El problema de la droga es como una mancha de aceite que invade todo. No reconoce fronteras, ni geográficas ni humanas. Se difunde como mancha de aceite, ampliando progresivamente sus tentáculos. Esta misma definición creo vale hoy para el delito de la trata de personas; está difundida en la ciudad, está en las calles, en los barrios pobres y en las zonas más pudientes´.
Luego aseveró :
Y a la vez, la trata es un relámpago en medio de una noche oscura de exclusión, de marginalidad, de hambre, de individualismo. No es un hecho aislado, es un drama social, que crece despiadadamente en el contexto socioeconómico que atraviesa hace años nuestro país. Argentina padece con dolor esta realidad, fruto de la combinación de la necesidad de unos y la malicia y el aprovechamiento de otros, donde cada persona es tomada como mercancía.
Además mencionó:
Le pedimos a Dios en esta misa que nos toque con su infinita misericordia y nos perdone tanta indiferencia e injusticia, que nos abra a las necesidades de los demás, escapando del egoísmo y la cerrazón del corazón, porque muchas veces nos hemos quedado sordos y mudos delante del dolor y el sufrimiento de los más pobres y marginados. En el corazón está la verdadera sede de la escucha. San Agustín invitaba a acoger las palabras no exteriormente en los oídos, sino espiritualmente en el corazón; por eso decía: `No tengan el corazón en los oídos, sino los oídos en el corazón´.
Para finalizar destacó:
Por eso desde esta plaza queremos gritar fuertemente que seguimos creyendo en la dignidad de todo ser humano, seguimos creyendo en la libertad y la justicia, seguimos creyendo en una sociedad de hermanos, sin complicidades, sin silencios, sin atropellos, sin violencia.
Homilía Mons. Jorge García Cuerva en la misa 17º en solidaridad con todos los excluidos y la víctimas de tráfico y trata de personas
En la historia que Jesús relata en el evangelio de hoy aparece en primer lugar un hombre que bajaba de Jerusalén a Jericó, que cayó en manos de unos ladrones, que lo despojaron de todo, lo hirieron y se fueron, dejándolo medio muerto.
Pensemos en este hombre… ¿Por qué iría de Jerusalén a Jericó? ¿estaría regresando a su casa después de una jornada de trabajo? ¿habría ido a visitar algún ser querido o a hacer tramites a Jerusalén?, seguramente su vida debía ser sencilla como la de la mayoría del pueblo. Cae en manos de unos ladrones que lo despojan de todo y lo hieren; no fue solo un arrebato a los que tristemente estamos ya casi acostumbrados, fue mucho más, el delito debe haber durado un buen tiempo, por eso todo es más violento, más cruel, más inhumano.
Luego de perpetrado el asalto, su aspecto no podría pasar desapercibido, la sangre, sus quejidos, su cuerpo al borde del camino, no eran invisibles; sin embargo, el miedo, la indiferencia, el individualismo, el no te metas, parecen ganar una vez más, y el levita y el sacerdote pasan de largo. Sin lugar a dudas, no avalamos su conducta, pero Buenos Aires, tiene tanto de ellos…
El relato dice que vieron; pero si vieron, ¿Qué pasó entonces? Como la mayoría de nosotros en esta ciudad de Buenos Aires, parecen no escuchar el grito desgarrador y silencioso de las víctimas de trata, parecen no ver a quienes son atrapados por un monstruo poderoso que compra voluntades y silencios cómplices.
El evangelio dice que “casualmente” bajaban por el mismo camino, por eso es tan necesaria la atención cotidiana, por eso no podemos dejarnos ganar por el apuro, la ansiedad, el acelere propio de la ciudad, que nos deshumaniza frente al clamor de los que sufren, porque la trata no pide permiso, no avisa, se muestra solapada, disfrazada, engaña para seguir cobrando víctimas.
Santa Bakhita, patrona de las víctimas de la trata de personas, nos anima a abrir los ojos y los oídos, para ver a los que permanecen invisibles y escuchar a los que no tienen voz; para reconocer la dignidad de cada uno y para actuar contra la trata y contra toda forma de explotación.
El documento de Aparecida decía que El problema de la droga es como una mancha de aceite que invade todo. No reconoce fronteras, ni geográficas ni humanas. Se difunde como mancha de aceite, ampliando progresivamente sus tentáculos. Esta misma definición creo vale 1 hoy para el delito de la trata de personas; está difundida en la ciudad, está en las calles, en los barrios pobres y en las zonas más pudientes.
Y a la vez, la trata es un relámpago en medio de una noche oscura de exclusión, de marginalidad, de hambre, de individualismo. No es un hecho aislado, es un drama social, que crece despiadadamente en el contexto socioeconómico que atraviesa hace años nuestro país. Argentina padece con dolor esta realidad, fruto de la combinación de la necesidad de unos y la malicia y el aprovechamiento de otros, donde cada persona es tomada como mercancía.
Volvamos al relato del evangelio, seguramente el buen samaritano escuchó algún quejido, algún pedido de auxilio, y vio el dolor, las heridas del hombre asaltado. No fue indiferente, y se conmovió profundamente.
Le pedimos a Dios en esta misa que nos toque con su infinita misericordia y nos perdone tanta indiferencia e injusticia, que nos abra a las necesidades de los demás, escapando del egoísmo y la cerrazón del corazón, porque muchas veces nos hemos quedado sordos y mudos delante del dolor y el sufrimiento de los más pobres y marginados. En el corazón está la verdadera sede de la escucha. San Agustín invitaba a acoger las palabras no exteriormente en los oídos, sino espiritualmente en el corazón; por eso decía: “No tengan el corazón en los oídos, sino los oídos en el corazón”.
Le pedimos a Dios que nos cure de la sordera de la indiferencia, del individualismo y del negacionismo: la trata es un delito, constituye una violación injustificable de la libertad y la dignidad de las víctimas, y tiene desgraciadamente mucha presencia en nuestra ciudad; que esperan solidaridad y compromiso de todos. Los que se manchan de este crimen causan daños no solo a los demás, sino también a ellos mismos. Es bajar los peldaños de la escalera, es volverse animales.
Por eso desde esta plaza queremos gritar fuertemente que seguimos creyendo en la dignidad de todo ser humano, seguimos creyendo en la libertad y la justicia, seguimos creyendo en una sociedad de hermanos, sin complicidades, sin silencios, sin atropellos, sin violencia.
Hoy celebramos también a la Virgen de la Merced, patrona de los cautivos; a ella le pedimos que rompa las cadenas de esclavitud de las víctimas de tráfico y trata, y nos libere a todos de las cadenas de la indiferencia y del silencio cómplice.
El Papa Francisco, hace unos años decía respecto a Santa Bakhita: Esta es la caricia que nos enseña ella: humanizar. Cuando entramos en la lógica de la lucha, de la división entre nosotros, del sentimiento cautivo, uno contra el otro, perdemos la humanidad. Y necesitamos la humanidad, ser más humanos, más humanos. Esta es la tarea que nos enseña Santa Bakhita: humanizar. Humanizarnos nosotros y humanizar a los demás. Por una Buenos Aires más 3 humana, decimos fuerte: ¡No a la trata de personas!, ¡No a la trata de personas!
Mons. Jorge García Cuerva
24 septiembre 2024