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Vía Crucis de la Ciudad de Buenos Aires en Viernes Santo

por prensa_admin

En la noche del Viernes Santo la Arquidiócesis realizó el Vía Crucis de la Ciudad de Buenos Aires. Con mensajes de la Carta pastoral 2025 escrita por Mons. García Cuerva, pasadas las 20hs, se dio comienzo de este rito de la Pasión de Cristo ante un importante número de feligreses. Consagradas, sacerdotes, seminaristas y medios de comunicación en un gran número se hicieron presentes. 

En un clima de profunda religiosidad y emoción del Pueblo fiel de Dios realizó el Vía Crucis que tuvo como punto de partida Av. de Mayo y Bernardo de Irigoyen. Tras recorrer 400 metros de la Av. de Mayo, pasar por el Cabildo de la ciudad y la Casa Rosada, el recorrido finalizó en la Catedral Metropolitana de la ciudad. 

Al terminar las 14 estaciones del Vía Crucis, Mons. García Cuerva, que estaba acompañado por los Obispos Auxiliares Alejandro Giorgi e Iván Dornelles, tomó la palabra. Allí mencionó: “Jesús nos ama con locura y por eso quiere compartir toda nuestra vida. Comparte nuestros dolores, nuestros sufrimientos y también comparte la muerte. Dios se hace solidario con el hombre. Se hace uno de nosotros y por eso, en esa Cruz, también carga nuestros pecados. Por eso nos conmueve ver al Hijo de Dios, a Jesús, que nos ama tanto que entrega la vida por nosotros”. 

Contemplar y abrazar 

Luego expresó: “Quería invitarlos a cuatro acciones que podamos pensar mirando la Cruz de Jesús: En primer lugar, podemos Contemplar la Cruz. Mirar la Cruz, mirarla con atención porque en esa Cruz están nuestros hermanos que más sufren. En segundo lugar: Abrazar. Así como la Virgen María abrazaba el madero de la Cruz partida del dolor por la muerte de su Hijo nosotros también. Ser capaces de abrazar el dolor del hermano, abrazar a los que sufren hoy”.

Vaciar y esperar

También expresó: “La tercera palabra: Vaciar. Estamos comprometidos como José de Arimatea, este hombre que bajó el cuerpo de Jesús de la Cruz, a vaciar las cruces injustas. Cuántas cruces que necesitan ser vaciadas y para eso necesitan del compromiso de todos nosotros. Nos tenemos que comprometer y unir como pueblo para vaciar tantas cruces que nos duelen en el alma”.

Como cuarto y último concepto añadió: “Y la cuarta palabra: Esperar. Porque no todo termina en la Cruz. Porque si bien hoy, vamos a acompañar a Jesús yacente dentro de la Catedral sabemos que la historia tiene un final distinto porque sabemos que Dios cumple sus promesas y Él es la razón de nuestra esperanza”.

Dios cumple sus promesas 

Antes de ingresar con el Cristo yacente a la Catedral y dirigiéndose a todos los presentes agregó: “Les propongo que levanten las velas. En medio de la oscuridad, esas velas encendidas, son las que nos sostienen. Que así como hoy iluminamos está noche con estas velas nos comprometamos a iluminar la realidad cotidiana. Esa realidad difícil que necesita ser contemplada. Mirémonos a los ojos especialmente con los que sufren. Esa realidad difícil que necesita ser abrazada. 

Y esperemos. Esperemos como esa vela encendida porque Dios cumple sus promesas. Dios no nos miente. Nos va a dar la alegría de la resurrección aunque hoy transitamos la muerte lo hacemos con dolor pero en esta oscuridad hay una luz encendida. El Señor va a resucitar” finalizó.


Palabras de Mons. García Cuerva en el Vía Crucis de la Ciudad en Viernes Santo 

Jesús nos ama con locura y por eso quiere compartir toda nuestra vida. Comparte nuestros dolores, nuestros sufrimientos y también comparte la muerte. Dios se hace solidario con el hombre. Se hace uno de nosotros y por eso, en esa Cruz, también carga nuestros pecados. También carga nuestros sufrimientos, también carga toda nuestra realidad. Por eso nos conmueve ver al Hijo de Dios, a Jesús, que nos ama tanto que entrega la vida por nosotros. 

Como decía una de las canciones mientras veníamos caminando: “No hay mayor amor que dar la vida” y Él lo demuestra. Por eso en esa Cruz estamos nosotros con los sufrimientos personales, familiares. En esa Cruz está nuestro pueblo. En esa Cruz están los hermanos que más sufren. En esa Cruz está la humanidad entera y Él la carga. Y Él muere por amor a nosotros. Por eso, quería invitarlos a cuatro acciones que podamos pensar mirando la Cruz de Jesús: 

En primer lugar, podemos contemplar la Cruz. Mirar la Cruz, mirarla con atención porque en esa Cruz están nuestros hermanos que más sufren. No podemos ignorarlos, hay que mirar a los ojos. Hay que mirar el rostro sufriente de Cristo en cada hermano necesitado. No podemos ni ser indiferentes ni mirarnos todo el tiempo a nosotros mismos. Mirarnos el ombligo como decimos, es cuestión de encontrarnos con la mirada de los crucificados de hoy. Contemplar. 

En segundo lugar: Abrazar. Así como la Virgen María abrazaba el madero de la Cruz partida del dolor por la muerte de su Hijo nosotros también. Ser capaces de abrazar el dolor del hermano, abrazar a los que sufren hoy. Tratarnos con ternura, tratarnos con paciencia, tratarnos con cordialidad. No maltratarnos con la palabra, no maltratarnos con los silencios que sólo nos hablan de indiferencia.  Abrazar. Hacer como nos dice el querido Papa Francisco “La revolución de la ternura”. 

La tercera palabra: Vaciar. Estamos comprometidos como José de Arimatea, este hombre que bajó el cuerpo de Jesús de la Cruz, a vaciar las cruces injustas. No solamente queremos mirar y contemplar los rostros de los crucificados de hoy. No solamente queremos abrazar y tratarnos bien sino que también queremos comprometernos como pueblo a vaciar las cruces injustas. Las cruces de nuestros jóvenes y adolescentes atravesados por la droga y el alcohol. Las cruces de los enfermos. Las cruces de los que están solos. Las cruces de nuestros abuelos. Las cruces de los que no tienen trabajo. Las cruces de los que sufren violencia intrafamiliar pero también la violencia que tenemos en la sociedad. Cuántas cruces que necesitan ser vaciadas y para eso necesitan del compromiso de todos nosotros. Nos tenemos que comprometer y unir como pueblo para vaciar tantas cruces que nos duelen en el alma. 

Y la cuarta palabra: Esperar. Porque no todo termina en la Cruz. Porque si bien hoy, vamos a acompañar a Jesús yacente dentro de la Catedral sabemos que la historia tiene un final distinto porque sabemos que Dios cumple sus promesas y Él es la razón de nuestra esperanza. Él es el Dios de los vivos. Es el Dios de la vida que triunfa sobre la muerte para siempre y por eso, igual que María, igual que María Magdalena, igual que el discípulo amado vamos a esperar. Nos seguimos sosteniendo en la esperanza más allá de todo. 

Seguimos sosteniéndonos en la esperanza aunque las cruces son pesadas. Seguimos sosteniéndonos en la esperanza aunque a veces parece que el mal gana, que la injusticia es más grande, que el rostro de la pobreza nos hace sufrir cada vez más. No. Seguimos esperando porque Dios no miente, porque Dios cumple, porque Dios nos va a regalar la resurrección y esa Cruz quedará finalmente vacía. 

Les propongo que levanten las velas. En medio de la oscuridad, esas velas encendidas, son las que nos sostienen. Desde acá arriba se ve bien allá atrás. Levantemos bien alto todos. Es verdad que la oscuridad es grande, la oscuridad del dolor de la injusticia del sufrimiento, de la marginación, de la discriminación. Si, ya sabemos que la oscuridad es grande. Ya sabemos como dice Casaldaglia que: “Es tarde” pero esta es nuestra hora y “Es madrugada si insistimos un poco”. Y la madrugada la hacemos juntos. Iluminando cada uno con su vela, la hacemos juntos poniendo luz a esta realidad tan difícil. La madrugada la hacemos juntos cuando tenemos esa corazonada de que no todo termina en la Cruz porque Dios está vivo. Porque sabemos claramente que esa tumba quedará vacía, que el Señor nos regalará la alegría de la Pascua. 

Que así como hoy iluminamos está noche con estas velas nos comprometamos a iluminar la realidad cotidiana. Esa realidad difícil que necesita ser contemplada. Mirémonos a los ojos especialmente con los que sufren. Esa realidad difícil que necesita ser abrazada. Tratémonos con ternura, con cordialidad, no nos maltratemos, no nos tratemos mal como si fuéramos enemigos. Esa realidad difícil que necesita ser vaciada. Comprometámonos en cambiarle la vida a los que sufren como lo hizo la Verónica que acarició el rostro de Jesús y lo hacen tantos de ustedes todos los días. 

Y esperemos. Esperemos como esa vela encendida porque Dios cumple sus promesas. Dios no nos miente. Nos va a dar la alegría de la resurrección aunque hoy transitamos la muerte lo hacemos con dolor pero en esta oscuridad hay una luz encendida. El Señor va a resucitar. Amén. 

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